Las pymes solventes se quedan sin crédito mientras los grandes del ladrillo refinancian sin problema
En las presentaciones de resultados de
las últimas dos semanas, los principales bancos y cajas de ahorros han
insistido en que todos ellos siguen dando crédito a los clientes
"solventes" (en la época del
boom esta puntualización no se hacía). Pero habría mucho que discutir sobre esta afirmación, a la luz de miles de casos de
pequeñas y medianas empresas que no consiguen financiación para cubrir sus necesidades básicas,
o bien la consiguen con unas condiciones inasumibles, mientras que
grandes inmobiliarias cuya solvencia no es real logran refinanciar su
deuda sin problemas. Algo que empieza causar verdadera indignación en
los colectivos de pymes, indignación que no hace sino crecer con la
clara preferencia de las entidades por invertir en deuda pública en vez
de dar crédito.
"La operativa de la banca es la siguiente",
explica una fuente perfectamente conocedora del asunto: "En cuanto una
pequeña empresa tiene un impago, aunque sea un cliente de toda la vida,
es un sálvese quien pueda, todo el mundo huye despavorido como si
tuviera la peste. Pero en el caso de los promotores, como la banca está
harta de comerse activos, les dan una línea de crédito para que al
menos paguen los intereses de la deuda y darles bola durante dos años a
ver si se arregla esto y pueden volver a pagar". Para justificar esto,
se supone que el promotor aporta garantías adicionales, normalmente
suelos con muy poco o nulo valor. Es decir, niega el crédito a los solventes y con los insolventes amplía el riesgo todavía más, con otro crédito sobre el crédito moroso. Justo lo contrario de lo que pregona.
La
casuística es enorme y afecta a todas las entidades, aunque en mayor
medida a las más grandes. Pequeños empresarios -dueños de tiendas, de
bares, de empresas de servicios, de peluquerías, etc.- que son clientes
de toda la vida de su entidad y que se han encontrado con que,
justo en el momento en que lo están pasando peor por la caída de las
ventas y por la dificultad para cobrar las facturas que les deben-, el
banco le corta el grifo. No puede pagar las nóminas, ni a los
proveedores, ni a Hacienda, ni a la Seguridad Social. Y si quiere
reabrir su línea de crédito, la entidad le mete un diferencial
estratosférico frente al Euribor o le obliga a poner más garantías: el
local donde desarrolla la actividad si es suyo; y si no, su propia
vivienda.
En la mayoría de los casos, se trata de gente honrada y
solvente que no se ha retrasado jamás en el pago de sus cuotas, que
está al día con sus impuestos y cotizaciones, que normalmente tiene
contratados más productos de la entidad -planes de pensiones, fondos de
inversión, seguros...- y que nunca ha dado motivos al banco o caja para
que le consideren "sospechoso". Pero da igual. El argumento es que
ahora el departamento de riesgos ya no aprueba las operaciones que se
hacían antes (en provincias es muy socorrido echar la culpa a "Madrid")
y que la financiación se ha encarecido mucho para el banco,
por lo que no tiene más remedio que pedir más garantías y trasladar el
coste del dinero al cliente. Pocas veces se alude a que el euribor está
en mínimo histórico o a que los bancos tienen barra libre para
conseguir todo el dinero que quieran del BCE al 1%.
Todo el mundo
conoce a alguien en esta situación. Y hay casos muy sangrantes, como
que el banco endurezca las condiciones pese a que las garantías sean
excelentes -hay quien le ha ocurrido con fondos monetarios
absolutamente seguros y líquidos-, o que incluso las cambie en la
propia notaría. "En ese momento no sabes qué hacer, quieres escapar
pero estás entre la espada y la pared y no tienes más remedio que
aceptar lo que le pongan delante", asegura un empresario que se vio en
este brete.
Abocadas al cierre
Lo peor, claro está, es que muchas
de estas empresas no tienen más garantías o no pueden asumir unos
costes financieros tan altos, con lo que acaban echando el cierre.
Lo cual significa despedir a sus empleados -que engrosan las listas del
paro y cobran prestaciones que aumentan el gasto público-, dejar de
pagar impuestos -con lo que aumenta el déficit público por el lado de
los ingresos- y dejar de cotizar a la Seguridad Social -con lo que su
precario equilibrio se deteriora aún más-.
A veces, el banco o caja propone una solución: las líneas del ICO que, según el propio instituto, son los únicos créditos que se han dado en España en el último año. Pero los empresarios a las líneas ICO las llaman Bin Laden:
"Se supone que existen pero nadie las ha visto", asegura el propietario
de un pequeño negocio, que explica que lo habitual es pedir todas las
líneas (Liquidez, Pyme, Emprendedores, Internacionalización...) a ver
si 'cae' alguna. Se trata de un proceso burocrático, largo y farragoso,
y en la mayoría de las ocasiones las pymes no disponen de ese tiempo. E
incluso si son agraciadas con un crédito, no es precisamente "blando",
y menos después del endurecimiento de las condiciones en marzo. Eso, cuando el ICO no le da el dinero a empresas que no lo necesitan para nada y lo invierten en depósitos.
La alternativa de cambiar de entidad en busca de un trato más cálido no es factible:
"Si ya nos cuesta mantener los créditos a los clientes de toda la vida,
a los que vienen de nuevas por la puerta ni los atendemos, porque
sabemos que vienen rebotados de otra entidad donde les han cerrado el
grifo", aseguran en una entidad mediana. Eso, cuando directamente no
les sueltan algo así como "vaya, no querías saber nada de nosotros
cuando las cosas te iban bien y ahora vienes a pedir ayuda".
La
indignación de los pequeños empresarios crece todavía más con la
publicación de las cuentas del primer semestre, en las que se ha puesto
de manifiesto que los bancos y cajas han utilizado masivamente la liquidez para, en vez de dar crédito, comprar deuda pública, con la que obtienen una rentabilidad interesante con un riesgo mucho menor. Una operativa que al Gobierno le viene muy bien, porque tiene que colocar ingentes emisiones de bonos para financiar el galopante déficit público español.
Los promotores, como si nada
Ahora
bien, todo esto no rige si se trata de un promotor inmobiliario. En las
últimas semanas hemos visto a las grandes inmobiliarias que siguen
vivas anunciar muy orgullosas la refinanciación de su deuda, lo que les
quita la presión de la quiebra durante un par de años; la última en anunciarlo ha sido Realia, hace unos días, y antes que ella fueron Aisa, Afirma ,
Reyal Urbis, Renta corporación o San José, y se mantienen las
conversaciones para intentar salvar a la que tiene la situación más
delicada: Nozar. En otros casos, la refinanciación no ha sido posible y los bancos se han quedado con la promotora: Colonial o Metrovacesa.
"La banca se ha dado cuenta de que provocar el concurso de acreedores no es bueno para nadie,
y ha aprendido de los errores de Hábitat o Martinsa. Ahora es mucho más
proclive para hablar, negociar y dar hilo a la cometa antes que tener
que provisionar de golpe deudas millonarias. Porque estas provisiones
destrozarían la cuenta de resultados justo cuando llega la segunda
oleada de morosidad, y a más de una la pueden poner al borde del
precipicio", explican en una consultora. Otra cosa es que, muy
probablemente, dentro de dos años el problema no se habrá resuelto y
será todavía más grave. Pero ésta es la estrategia por la que han
optado el sector, el Gobierno y el Banco de España: no reconocer los
problemas, ir aguantando como se pueda y confiar en que las cosas se
arreglen solas.
Al final, todo se resume en una frase muy
socorrida en el sector: "Si le debes al banco 100.000 euros, tienes un
problema; si le debes 100 millones, el que tiene un problema es el
banco".
Source > Cotizalia | Aug 02